domingo, 27 de noviembre de 2011

EN EL CHINO



Si hay algo que tengo claro, mal que me pese y les pese a algunos, es que el mundo sin las tiendas de los chinos sería un mundo mucho más desvaído. Son esas tiendas la redención de los colores y los brillos, la redención del ‘todo’, lo útil y lo descabelladamente inútil.
Hasta ahora mi preferencia se ha decantado por lo segundo, he comprado unos cuantos artilugios inservibles o inutilizables para mí, interesado únicamente por sus formas y colores.  Y muchos de estos objetos encierran unos cuantos misterios ¿para qué sirven? ¿cómo, ¡dios mío!, los fabrican?. En mi cabeza ignorante imagino extraordinarias maquinarias, fábricas indescriptibles, colosales naves industriales repletas de hacendosos trabajadores incansables que casi seguro estarán sometidos a una más que probable explotación, lo que me lleva a comprar estrictamente unas mínimas dosis de fruslerías, las suficientes para calmar mi adicción.

Una vez en casa, despejo la mesa, desembalo y me enfrento a ellos, los objetos, y me sobreviene una excitación que apenas puedo explicar, sólo sé que empiezo a hacer fotos como un poseso y mi cuerpo empieza a generar alguna droga desconocida, un sucedáneo de adrenalina o de endorfina,  que me rellena el cerebro tal que si me hubiera fumado unos porros.  En esos momentos me siento como un artista genial captando a través del objetivo un más allá esencial del plástico y el tinte.

Como ejemplo de esos accesos febriles vean la foto de estas bolitas misteriosas que estaban encerradas en un recipiente de cristal con lacitos de encaje rosa que rompí (1 €) y que al sacarlas se secaron y convirtieron en unas minúsculas partículas más pequeñas que un grano de arena, pero que al ponerles un chorrito de agua, chupan y chupan hasta convertirse en esto:

o la de estos rulos peludos (3 €):


o esta anémona de rígidos tentáculos conductores de luz (1 €)


o este impresionante diamante de 10 cm de diámetro y 0 quilates a 3,00 €

o mi última adquisición, un arco iris espiral ( 0,90 €)




Luego, con el paso de los días, al revisar las fotos, desvanecido el subidón de la droga desconocida, se me viene a la cabeza que lo que soy es un hortera.

sábado, 29 de octubre de 2011

THIS BOOTS ARE MADE TO FORGET


A mi vuelta de un viaje por un pequeño país suramericano, me encontré al deshacer la maleta, con que las suelas de unas zapatillas para caminar con las que había recorrido medio país, estaban llenas de tierra. Me la había traído sin darme cuenta, igual que me traía sin saberlo aún,  la intención de olvidar en alguna neurona escondida con un mecanismo de funcionamiento retardado.
Los amores a distancia a los que me iba sometiendo la fortuna y en los que me embarcaba con ese automatismo entusiasta que se me dispara cuando me enamoro, ponían luego a prueba mi capacidad para olvidar. Pero una vez concluidas las claustrofóbicas y pavorosas doce horas de vuelo, ya la cuestión se hacía más clara, pues nada más disuasorio para los amores a distancia que esos embrollos de horarios, facturaciones y equipajes, el terrible zumbar de los potentes motores de los aviones y la ignorancia total de cómo es posible que la jaula donde estás metido se encuentre a varios kilómetros de altura avanzando a una velocidad endiablada. Cuando asimilas eso, la neurona empieza a funcionar, a generar análisis y razonamientos y a dar los primeros pasos para desterrar la idea de continuar, que en algún momento se convertiría en volver.







Eran las cinco de la tarde cuando llegué de aquel viaje. Ansiaba hacer mía de nuevo la casa y mis lugares queridos. Me puse las zapatillas y fui a dar un paseo por el río. Iba caminando y pensé en la tierra que traía del otro lado del océano, esa tierra que empezaba a desprenderse de las suelas y a mezclarse con la tierra del camino que pisaba y rogué porque, al igual que la tierra iba sustituyéndose, de igual manera mis recuerdos fueran reemplazados por otros nuevos anhelos.
Al volver a casa metí las zapatillas en la lavadora como si de un lavado de cerebro se tratara.

miércoles, 12 de octubre de 2011

BARCELONA EN SEPTIEMBRE 2011

El MACBA





Me autorretrato



El Raval






Plaza del Rey, previo concierto de Astrud



En un mercadillo, la torre de Calatrava y bajando a El Poble Sec.





Asombrados y a lo suyo




Sagrada Familia







Museo Van der Rohe y Caixaforum






A la Barceloneta como sea...






El Borne en fiestas de noche y luego de día











Ahora un descanso



Paseo de Gracia, Gracia y hasta la vuelta...