martes, 23 de agosto de 2011

CIENCIAS NATURALES



El gorrión daba pequeños saltos, infatigable. Cada dos o tres se detenía unos segundos y estiraba el cuello girando con velocidad la cabeza a uno y otro lado. Continuó saltando y avanzando lentamente, repitiendo todos los movimientos hasta alcanzar la orilla del pequeño estanque. Tanta precaución parecía un poco excesiva, teniendo en cuenta el poco peligro que pudieran suponer una pareja de patos que vadeaba con modorra la oscuridad verdosa del agua y unas palomas que observaban el conjunto aupadas a un cable eléctrico del que no se apreciaba, desde donde yo me encontraba, principio ni final, surcaba el aire en su recto delineado sin otro objeto aparente que servir de apoyadero y trampolín a las palomas que, desde allí, se dejaban caer extendiendo las alas con lentitud y aterrizando suavemente en las orillas del estanque.

Cuando llegó hasta el borde del agua, sin abandonar su cautela, el gorrión se encaramó a una piedra que parecía flotar sobre las ondas y desde allí, voló veloz a la orilla contraria, obedeciendo quizás a una estrategia para despistar a los depredadores. Entonces se permitió agachar la cabeza y beber una cantidad minúscula de agua, más parecía que hubiera picoteado un grano de mijo o alpiste. Con más rapidez aun alzó el vuelo y desapareció entre los árboles.

Pensé en los saltos que yo mismo doy en la búsqueda del alguien que me haga sentir otro nuevamente, comparándolos con los cortos pero constantes del pajarillo, la serenidad y la precaución que mantuvo hasta llegar a calmar su sed. Probablemente yo no debería saltar como lo hago, casi a ciegas y con tanto impulso y debería, eso sí, mirar hacia todos los flancos de mi vida. Pero el problema fundamental estriba en que el gorrión sabía exactamente dónde dirigirse para conseguir el agua y yo, aunque más racional, no tengo ni idea de dónde voy y, mucho menos, de dónde debo ir.

En lo que fue un descenso de planeador y a cámara lenta, una de las palomas fue a posarse sobre un grupo de piedras del estanque. Otra idéntica la siguió y una tercera, más grande y colorida, un macho supuse, se las enfrentó. Hinchando el pecho se dedicó a girar sobre sí mismo, arrullando profundamente en cada giro. Siguió así varios minutos, desplazando su cuerpo imperceptiblemente mientras danzaba hacia las hembras impasibles. Cuando ya la distancia sería de pocos centímetros, las hembras se distanciaron saltando a una piedra cercana.

Mientras, a los dos patos se les unió un tercero que resultó en discordia, porque con un enérgico aleteo y un batir de aguas con la punta de sus alas, la pareja huyó del recién llegado levantando el vuelo.

Las palomas se habían separado del macho, dejando el margen de confianza de una piedra sumergida casi del todo. El palomo seguía persistente en su danza, modulando su llamada de lo profundo a lo agudo. Ellas no parecían impresionadas, de hecho echaron a volar hacia el lado opuesto en que lo hizo el gorrión y también desaparecieron en la arboleda.

Si aquel despliegue de colores, canciones y danzas, un espectáculo completo, no sirvió de nada para las intenciones amatorias del palomo, me preguntaba yo qué cantidad de habilidades me serán necesarias para alcanzar el éxito en nuestro mundo razonado.

Se hizo el silencio en el estanque tras el abandono de los pájaros. El calor arreciaba con el sol reinando a las tres de la tarde cuando escuché croar a una rana. De los juncos surgió entonces un murmullo como una matraca que fue creciendo según se iban incorporando nuevas ranas al primer croar solitario. En breve, el ruido ocupó todo el espacio sonoro que me circundaba y por un momento hubiera jurado que estaban enloquecidas, enloqueciéndome a su vez, tal era el fragor que producían. Me pregunté si en medio de aquel frenesí acústico serían capaces de reconocerse unas a otras, distinguirse entre sí y si sus llamadas tendrían éxito.

En los chats y webs que frecuento, donde impera el silencio, los ciudadanos cibernáuticos como principal requisito nos hemos de distinguir con un nick y alguna foto, a ser posible. Luego ya podemos croar a nuestro antojo.